Rodearnos con los brazos, entrelazarnos, acercarnos, achucharnos, sentir el calor de nuestros cuerpos, los latidos de nuestros corazones, la respiración, nuestro olor.

Un abrazo reconforta, serena y nos hace sentirnos seguros, queridos, protegidos, valorados y felices.

Abrazar es comunicar con el alma, sin palabras.

Al abrazar nuestras energías se funden y por unos momentos somos un solo ser: tú y yo unidos, sin barreras, sin distancias.

Un abrazo sincero, sentido y generoso es sanador para el cuerpo y el alma.

Investigadores han descubierto que el efecto terapéutico del abrazo sincero se produce cuando dura 20 segundos o más.

Se ha comprobado que un abrazo intenso y prolongado estimula la producción de oxitocina, serotonina y dopamina; y reduce el nivel del cortisol (hormona del estrés). Todo esto se traduce en una disminución del estrés, la tristeza y los miedos; y un aumento de la tranquilidad, la autoestima y la felicidad.

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