Este sencillo ejercicio te aportará energía que se traducirá en fuerza, serenidad, optimismo y equilibrio físico, emocional y mental.

Siéntate cómodo. Cierra los ojos y haz varias respiraciones profundas exhalando el aire despacio por la boca. Coloca las manos sobre los muslos con las palmas hacia arriba.

Imagina que desde el cielo llega un haz de luz blanca a la palma de la mano derecha que se extiende por el brazo rellenándolo de luz y llegando al pecho que se ilumina como si encendieras un foco, y desde aquí la luz se expande a la cabeza, el abdomen, las piernas y el brazo izquierdo. Observa tu cuerpo lleno de luz que entra por la mano, la luz sale a través de la piel de todo el cuerpo y te rodea como una nube.

Siente ahora cómo salen partículas de luz a modo de chispas que se alejan y desaparecen; así se eliminan todas las energías oscuras que haya en el organismo quedando limpio y brillante, depurado, sanado y reforzado.

Cuando termines visualiza cómo la luz se recoge formando un punto que queda guardado en el corazón brillando y centelleando como una estrella que te acompañará siempre.

Abre los ojos y da gracias tres veces por la luz recibida.

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